Sueño de los 9 años
- Constanza Gutierrez, Julieta Garegnani
- 17 sept 2015
- 3 Min. de lectura
“A la edad de nueve años tuve un sueño que me quedó impreso profundamente para toda mi vida. En el sueño me pareció que estaba junto a mi casa en un campo muy grande donde había una multitud de jóvenes en recreo. Unos reían, otros jugaban y otros decían malas palabras. Al oír las malas palabras me lancé inmediatamente en medio de ellos dándoles puñetazos y fuertes regaños para hacerlos callar. En aquel momento apareció un hombre muy venerable, de edad madura, noblemente vestido. Un manto blanco cubría toda su persona, y su rostro era tan luminoso que yo no podía mirarlo. Él me llamó por mi nombre y me ordenó que me colocara al frente de todos esos jóvenes y añadió: ‘No con los golpes sino con la mansedumbre y con la caridad debes conquistar estos tus amigos. Dedícate inmediatamente a hacerles una instrucción acerca de la maldad del pecado y de la preciosidad de la virtud’.
Confuso y lleno de miedo le respondí que yo era un pobre niño ignorante, incapaz de hablar de religión a esos jóvenes. En aquel momento todos los jóvenes dejaron de gritar, de pelear y de decir malas palabras, y se acercaron a aquel Señor que hablaba. Yo, casi sin darme cuenta de lo que decía, añadí: ‘¿Y quién es usted que me manda estas cosas imposibles?’. Él me respondió: ‘Precisamente porque te parecen imposbles, debes hacerlas posibles siendo muy obediente y estudiando mucho”
-‘¿Y cómo podré yo estudiar si soy tan pobre?’
-‘Yo te daré la Maestra y bajo la guía de ella tú llegarás a saber mucho, porque sin ella, cualquier sabiduría resulta inútil’, me dijo el Señor.
-‘¿Pero quién es usted que me habla de esta manera?’
-Yo soy el Hijo de Aquella a quien tú le rezas cada noche las tres avemarías.
-Mi mamá me dice que no trate con ninguna persona que no conozca, sin pedirle permiso a ella. Por lo tanto haga el favor de decirme su nombre.
-Mi nombre pregúntaselo a mi Madre.
Y en aquel momento vi junto a Él una señora de majestuoso aspecto vestida con un manto que brillaba por todos los lados como si cada punto fuese una estrella muy brillante. Viéndome miedoso y confuso me hizo señas de que me acercara a Ella, me tomó con bondad la mano y me dijo: ‘Mira”. Yo volí a mirar, y noté que todos aquellos jóvenes habían desaparecido, y en lugar de ellos vi una gran cantidad de cabritos, gatos, perros, osos y otros animales.
‘He aquí el campo donde deberás trabajar -continuó diciéndome aquella Señora- vuélvete humilde, fuerte y robusto, y todo lo que en este momento vas a ver, que les sucede a estos animales, tú deberás hacerlo con mis discípulos, los jóvenes’
Volví entonces la mirada, y he aquí que en vez de los animales feroces aparecieron frandes rebaños de mansos corderos que saltaban y balaban corriendo como para hacer fiesta alrededor de aquella Señora.
En aquel punto, siempre en el Sueño, me puse a llorar, y le rogué a la Señora que quisiera explicarme y hablarme de modo que yo pudiera entender, porque yo no entendía qué significada todo aquello.
Entonces ella puso su mano sobre mi cabeza y me dijo: ‘A su tiempo lo comprenderás todo’.
Apenas dijo ésto, un ruido me despertó y todo desapareció.
Yo quedé muy impresionado. Me parecía que las manos me dolían por tantos puños repartidos y que la cara me ardía por tantos puñetazos recibidos de esos muchachos sin educación. Después, aquel personaje y esa Señora y las cosas dichas y oídas me ocupaban de tal manera la mente que por aquella noche no pude conciliar más el sueño.
A la mañana conté el sueño: primero a mis hermanos que se echaron a reír. Luego a mi mamá y a la abuela. Cada uno daba su interpretación:
El hermano José decía: ‘Eso significa que serás pastor de animales’.
El hermanastro Antonio con seco acento exclamó: ‘Este llegará a ser jefe de bandoleros’.
La abuela seguró: ‘No hay que creer en los sueños’.
Pero mamá Margarita dijo: ‘Quien sabe si será que vas a llegar a ser sacerdote’.
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